sábado, 20 de diciembre de 2008

Amanecio el primer dia



Camino sobre mis manos el contacto de sus ojos, el calor de la incertidumbre fue el termómetro de su altura, la oscuridad del espacio humedecieron mis cabellos, era un cajón de la angustia donde brillaba el sol de mis ideas.

Amaneció el primer día del año. Caminamos desde la quebrada de las naranjas bajo una lluvia persistente, amontonamos nuestro cansancio en un tambo vacío, el sol tibiamente peleaba por aparecer, era la primera caminata de Fabiola, se sentó sobre una piedra y miró al cielo, lluvia cochina le dijo y encendió su pequeño radio transmisor de seis pilas grandes.

Habíamos empleado cuatro horas, el reloj marcaba las once de la mañana. Estábamos dentro de lo normal, pero ya el cansancio físico había hecho mella en el cuerpo de Fabiola.— Que dura es la vida que llevas Ardel —exclamo Fabiola, es la primera vez que me aparto de la casa de mis padres, le alcancé una pequeña lata de Atún y compartimos nuestro rancho.

Teníamos que llegar antes que anochezca, la lluvia había calmado, pero un viento helado golpeaba nuestro rostro. Decidimos reemprender la caminata y después de varias horas, encontramos un río caudaloso, había crecido el volumen de sus aguas rápidamente.

Desde la orilla opuesta distinguimos a Juan que con los brazos en aspa nos daba la bienvenida. Fabiola fue la primera que tuvo que cruzar a través de la Oroya, fue penoso por el tiempo empleado y su nula experiencia en estos menesteres agravó un poco mas su cansancio.

En la casa de Juan acomodamos las cosas para pasar la noche, su esposa Mariela, sirvió un caldo de papas, fumamos unos cigarros que Fabiola invitó, tomamos un mate de cedrón y alcanzamos el sueño de la noche.

Al día siguiente distribuimos el trabajo, Fabiola había amanecido bastante positiva, tuvimos que acarrear agua desde el rió, Fabiola también acompaño en esa tarea, fue un buen ejercicio madrugador.— Bien resuelta es esta chica me comento— Juan y terminamos los últimos sorbos del café de habas.

Sobre el pasadizo de la casa amontonamos la leña, compartimos un momento de descanso los cuatro, mientras que Mariela daba de lactara su pequeño bebé. El cielo está despejado, pero hay nubarrones va a llover en la noche sentenció Juan, mientras que Fabiola bien acomedida empezó a atizar el fogón, primera vez que he visto esto en mi vida. ¿A qué hora compramos gas? dijo, y se hecho a reír.

Mariela y Juan provenían de una familia de campesinos pobres de las provincias altas. Ambos se conocieron en la Unión Soviética mientras seguían sus estudios de ingeniería, viajaron becados. Dentro de seis meses mencionó Mariela pensamos viajar a Alemania, hemos conseguido trabajo allá, esperamos solamente que nos comuniquen. En la noche hay reunión del Sindicato mencionó Mariela, ayer comunicaron que es de emergencia, vamos Fabiola dijo, bueno acepto ella.

Terminaron de comer unas mazamorras, y el ladrido de los perros anunciaba que alguien estaba llegando. Salió a ver Juan quien era, alumbró con su linterna y encontró que era Mistre, pasa le dijo, cuantas horas llevas caminando le preguntó Ardil, son seis horas, después de almorzar salí, pero la lluvia me hizo demorar, tuve que guarecerme en un tambo,. Prepararon un mete de Manzanilla y empezaron a intercambiar ideas sobre el trabajo que tenían que realizar en ese mes. Eran veinte los sindicatos que había que visitar, convocar a asamblea y designar los delegados para el próximo congreso de la Central de Cooperativas. Juan sugirió que todos o sea los cinco deberían de dividirse el trabajo, les iba a llevar por lo menos un buen tiempo unos quince días como mínimo.

El trabajo no fue nada fácil, en algunos sindicatos lograron convocar a la asamblea, en otros solamente dejaron el recado para que nombren delegados al congreso. Volvieron a encontrarse después de diez días resumieron sus informes y acordaron preparar el viaje para asistir al Congreso de la Central de Cooperativas.

Fabiola y Mariela recibieron el encargo de preparar las ponencias para el congreso, después de tres días de trabajo en la elaboración de los respectivos documentos, en la camioneta de la central partieron hacia la Ciudad, el único delegado pleno al Congreso era Juan.

Fueron llegando los delegados de todas las provincias, era el primer congreso que realizaba la Central, se tuvo que alquilar el Anfiteatro de la Universidad, el local que se había conseguido quedó pequeño.

El trabajo del Congreso fue de cinco días, las ponencias elaboradas por Mariela y Fabiola fueron aprobadas por mayoría en el Pleno del Congreso. Juan resultó siendo elegido Presidente de la Central de Cooperativas por el período de dos años. Esa noche en el local de la Cooperativa juró la nueva Junta Directiva, Juan mantenía una actitud serena se le notaba una amplia satisfacción, seguía las huellas de su padre, que años atrás había sido presidente de la Central departamental de trabajadores, en un accidente de tránsito perdió la vida.

Se festejó hasta las altas horas de la madrugada, Fabiola se volvió una experta en bailar Huaynos, incansable estuvo, todos querían bailar con la blanquita decían.

Cuando todo ya había llegado a su nivel volvimos a juntarnos los cinco. Juan y Mariela iban a ir por unos días a visitar a sus padres, Mistre volvía a su sindicato, Ardel y Fabiola se quedaban unos días en la ciudad esperando el retorno de Juan y Mariela.

Fabiola se mostraba entusiasmada por conocer el Cusco, teníamos exactamente cuatro días de descanso, ya que al término de este, tenia Ardel que volver al Sindicato mientras que Fabiola regresa a Lima.

Fabiola me convenció para visitar Machu Picchu, recurrió a todas las argucias habidas y por haber; con este viaje seria la cuarta vez que mis huellas escalaban el Machu Picchu.

Dejamos atrás la ciudad y llegamos a las alturas propias del Machu Picchu cerca al medio día, empezamos a observar absortos la monumental construcción de piedra. Fabiola saco unos apuntes que los puso en su maletín de mano cuando supo una mañana que estaba confirmado su acariciado viaje al Cusco, y su padre le había asegurado el dinero suficiente para su viaje. Tenía en sus manos un libro sobre la historia del Tahuantinsuyo, que lo comenzó a devorar insaciablemente, este periplo por Macchupicchu fue de tres días.

Fabiola había saciado en parte, su sed de estudiante, era una aplicada alumna según me confesó cuando estábamos llegando al imponente Intihuatana. También se acordó que había traído los versos de Neruda sobre Machu Picchu, destapamos una gaseosa y aplacamos un tanto la sed, al fin después de tanto batallar y refunfuñar y mencionar hasta su última generación encontró los versos que tanto buscaba. Aquí están gritó, lo que produjo en Ardel un impresionante efecto sonoro se encontraban sobre la base de la “Sacristía”, entre distintas piedras de muchos ángulos.

Hacia el oeste la cordillera de Vilcabamba y sobre la derecha la otra cordillera nevada del Vilcanota. Estábamos a cuatro mil msnm. Después de tanto andar y darnos cuenta que estábamos en las aproximaciones del Huaynapicchu me pidió tomándome de las manos que escuche los versos que iba a recitar, la vi tan pequeña y delgada, ante la majestad del panorama, pero era alta sobre los manantiales de su hermosura, alzó su voz sobre el perfume de su estatura y desde el techo de las soledades empezó a recitar : “Puse la frente sobre las olas profundas, descendí como gota entre la paz sulfúrica, y, como un ciego, regresé al jazmín de la gastada primavera humana”.

Su modulación de voz atrajo la atención de otras personas que conformaban un compacto grupo de turistas extranjeros, en su mayoría españoles, indagaron por aquellos poemas y ella en un acto de “sabiduría intelectual” menciono que era la autora.

Fuimos al local de la Central de Cooperativas para conocer si habían ya regresado Juan y Mariela, la respuesta fue negativa, allí varios socios reconocieron a Fabiola como la blanquita que baila bonito.

Echamos a andar incansablemente, Fabiola no se cansaba de tomar fotografías, tenia un maletín destinado exclusivamente a guardar los rollos utilizados, no quedo un solo lugar que no estuviera impregnado con la voz de Fabiola, de su tacto fotográfico no se salvaron ni las picanterías. Recorrimos tantas calles, conversamos muchas cosas, pero tu rostro de rosa, me impedía que calle, sembramos sobre un valle, poesía y cuento, y tu cálido viento, que cruza el continente, es tu aroma que se siente, y me cubre al momento. Sobre el borde de la media noche dejamos descansar el silencio del cansancio, abrimos las ventanas de par en par, para recibir el viento de las alturas, impregnamos el calor de las emociones en el torbellino incansable de la memoria, desde la huella de su sombra escribí su nombre en el pergamino de la canela, los acentos y las vocales descansaron en su corazón, la gota de su pensamiento formaron los sueños del rocío, y cayeron como los besos de la luna en la sonrisa azul de los niños. Desde la curva de la ansiedad, vi crecer mi libertad.


Vahema. Sucre 22 de diciembre de 2003-12-22

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