miércoles, 31 de diciembre de 2008

sábado, 27 de diciembre de 2008

LLEGARA EL NUEVO DIA

LLEGARÁ EL NUEVO DÍA

Te escribo con alegría
entrañable Perú querido,
este corazón herido
apellida Santa Maria.
Llegará el nuevo día
que suba tu cordillera,
orgulloso con mi bandera
en la nieve de tu nevado
la penuria me ha forjado
en las luchas de mi tierra.

vahema
27 diciembre 2008
Sucre Bolivia.

domingo, 21 de diciembre de 2008

LA LLEGADA

La Llegada

Hacía rato que había amanecido, entraba a Santo Tomás a pie. El caminar impedía que las piernas se me entumecieran por el frío reinante en esos parajes andinos, que eran el marco geográfico del lugar donde asumiría el cargo de Médico Titular de la Provincia de Chumbivilcas.

La noche me había parecido larga e interminable, el camión en el que viajé desde la ciudad de Sicuani, traía víveres para aquellas comarcas azotadas por una larga sequía. Durante 2 años no había llovido, en las provincias altas del sur de Cusco, con la intensidad necesaria, para que las cosechas hubieran sido suficientes, para su auto consumo y venta en los mercados próximos, el ganado bovino, lanar, equino y auquénido también sufría merma por el hambre y el frío.

La hambruna asolaba las provincias de Cuzco y Puno, registrándose muertes de sus habitantes por inanición. Era frecuente ver a campesinos deambular muy enflaquecidos tener un vómito de sangre y expirar. En la autopsia se encontraba en el estómago ichu, trapos, lana de carnero y cualquier cosa que se habían llevado a la boca para mitigar el hambre que los acosaba.. Estados Unidos a través de la agencia CARE (Comisión Americana de Remesas al Exterior) acudió en auxilio de aquellas poblaciones con unas cajas que contenían una lata de carne, otra de queso tipo Cheddar, una de leche en polvo y otra de harina. Dichos alimentos llegaban por barco al puerto de Matarani, en Arequipa y por ferrocarril eran conducidos a Cusco, de donde se repartían a sus provincias y distritos.

El camión en el cual viajé de Sicuani a Santo Tomás, uno de los tantos de la flota de camiones de la Empresa Gianella, administrada por el señor Francisco Lavado Díaz, se encontró de pronto ante otro camión, detenido en medio de la carretera, que tenía rota la dirección y obstruía el paso en aquella angosta, barrosa y tortuosa carretera en la ladera de un cerro. No quedaba mas remedio que bajarse y empujar dicho camión para poder pasar. En esas circunstancias, dos de la mañana, llegó a mis oídos el llanto de una criatura. Curioso por saber de donde provenía el angustioso llanto, me encaminé hacia la caseta del camión malogrado encontrando en ella a una mujer joven con una criatura en brazos a la cual trataba de calmar meciéndola entre sus brazos. Rápidamente me di cuenta, que el llanto era motivado por el hambre y el frío. La madre no tenía que darle de comer, todas las previsiones de alimento se le habían agotado en las 10 horas que estaban allí detenidos. Regresé al camión, en el cual hacía la travesía, subiéndome a la plataforma busqué en mi maleta un termo y un tarro de leche evaporada, los mismos que llevé a la joven madre para pedirle el biberón en el cual vertí la leche y el agua proporcionalmente. La madre asombrada no comprendía lo que ocurría, para ella era un milagro el encontrar en aquellas circunstancias alimento para su bebe. Aún sorprendida, no cesaba de darme las gracias y me preguntó cuantos hijos tenía y por respuesta obtuvo, que no tenía hijos, que era médico y viajaba a Santo Tomás a hacerme cargo del puesto de Médico Titular de la Provincia de Chumbivilcas.

La señora era Orieles Morales Stiglish de Campos, esposa del Jefe de Línea de la Guardia Civil de Chumbivilcas el Alférez Antonio Campos, viajaba desde Cusco con sus tres hijos Antonio, Jorge y la bebe Sabrina. Requeridos todos los viajeros varones empujamos el camión malogrado, hacia la cuneta para poder continuar viaje. Puesto a un costado del camino el camión, se efectuó el traslado de los pasajeros y sus equipajes, mas bien carga, del camión averiado y he aquí que tuve que ceder mi asiento en la caseta del camión en que viajaba a la joven que llevaba a la bebe y buscarme un sitio en la tolva del camión mixto, sobre la carga y entre otros viajeros.

Al reiniciar la marcha el camión, algunos pasajeros protestaban por lo apretujados que estaban, pero el balanceo del camión al avanzar por la carretera llena de huecos, hizo que todos encontraran su acomodo, cesaron las protestas y el sueño vino a aliviar las penurias que ocasionaba el viaje en esas condiciones.

Cuando el camión se detuvo, las primeras luces del alba alumbraban la región y un bullicio proveniente de arrieros que alquilaban acémilas para continuar el viaje, despertó a los viajeros. Al bajarme por la baranda lateral del camión resbalé y llegué al suelo más rápido de lo esperado. Escogí, para continuar el viaje, uno de esos caballitos de poca alzada, los cuales son oriundos de estas regiones. De día andan a tropezones, pero en las noches galopan como el mejor alazán, llevando sobre sus lomos a un abigeo, de los cuales está lleno esta provincia. En la cárcel provincial la población promedio de presos es de trescientos, la mayoría está por abigeato, en menor grado por delitos contra el honor sexual, por lesiones y homicidio. La alta proporción de detenidos por abigeato se debe a no haber libertad bajo caución por este delito y deben permanecer encarcelados hasta que se realice el juicio y luego ser trasladado a la Cárcel Central de Cusco.

Chumbivilcas es la tierra de los ccorilazo, gente brava, sanguinaria, donde la vida humana carece de importancia. Son famosas sus corridas de toros, hay ganaderos que se dedican a la crianza de ganado de lidia, los mismos que llevan a las corridas de toros de las comarcas cercanas y a otras provincia e incluso a Lima a ser lidiados en el nuestro principal coso: la Plaza de Toros de Acho.Los viejos se lanzan al ruedo a torear arriesgadamente, prefieren morir borrachos, en el ruedo, en las astas de un toro matrero, en la Fiesta de la Mamacha Natividad, celebrada el 8 de Setiembre, que morir en su cama sufriendo los males de la vejez. Comarca esta, donde al conocerse la muerte de uno de sus habitantes, nadie pregunta de qué murió, sino quién lo mató.

Montado en la bestia y echada a andar, con el continuo roce de mis posaderas con la montura, estas no aguantaron mas y tuve que verme precisado a apearme y continuar el viaje a pie, caminando con las piernas abiertas por escaldadura de mis nalgas, como si imitara a un vaquero del lejano oeste.

El gañán con mi maleta a sus espaldas corría a mi lado. En ese penoso caminar empecé a recordar los distintos medios de locomoción que había usado para llegar hasta ese extremo del país, que al decir de los lugareños, es la baticola del mundo. Al viajar de Lima hacia Cuzco lo hice en avión, luego de Cuzco a Sicuani utilicé el tren, de Sicuani a la punta de carretera el camión, de allí la acémila y luego terminé sobre lo que siempre había tenido por compañera en mis andanzas, mis propias piernas.

Al ingresar a Santo Tomás por la Calle 28 de Julio, observé una calle ancha, empedrada, en el centro de la cual presentaba una canaleta por donde discurría en escasa cantidad agua, veredas laterales de sillar, casas de dos pisos construidas con bloques de sillar, puertas, ventanas y balcones la mayoría de madera de eucalipto.

Algunas casas tenían techo de calamina, la mayoría de paja de las altas cumbres andinas: el ichu, del cual se desprendía vapor de agua; al aparecer el astro rey, el rocío del amanecer allí impregnado se evaporaba. Al avanzar noté que los chanchos hocicaban en el suelo entre otros desperdicios, excrementos humanos. En las noches, los vecinos desde sus balcones arrojaban el contenido de sus bacines a la calle y en las mañanas al clarear el alba los chanchos convertidos en la Baja Policía limpiaban las calles.

Traté de indagar por el Subprefecto de la provincia, pero las dos o tres personas con quienes me crucé, sin contestarme, echaban a correr alejándose por las calles adyacentes; supuse que eran así de ariscas ante la presencia de forasteros o podía ser porque ellos eran quechua hablantes y no hablaban español. Seguí caminando hasta que al llegar a una plaza, que era un gran descampado con un malecón en unos de sus lados y circundada por casas, avisté a un hombre enfundado en un poncho, que venía en mi dirección, al mirarlo observé que en la pechera del poncho se mostraban las manchas dejadas por los últimos alimentos ingeridos, vestía debajo del poncho un terno de casimir y calaba en su cabeza un sombrero de paño con una cinta de seda grasienta en toda su extensión. Era un hombre de mas o menos cuarenta años, cuyo rostro mostrábase sebáceo y sus ojos presentaban secreciones blanquecinas en ambos ángulos internos. —Buenos días, señor. Por favor, podría decirme dónde puedo encontrar al señor Raúl Pacheco. —Y... ¿para qué lo está buscando?. —Soy el Dr. Santa María, el nuevo médico. El asombro y la incredulidad se pintaron en su rostro y espetó: —¿Qué?,... ¿Ud. es médico? —Si señor, traigo una carta del Diputado de la provincia el Dr. Miguel Mendoza Dongo para el Subprefecto Raúl Pacheco. Esta reacción del hombre, no era de extrañar, la mayoría de las gentes, tiene idea del médico como una persona mayor, robusta y de aspecto saludable; pues bien yo era muy delgado pesaba apenas 55 kilos, porte esmirriado, cabello peinado con raya al costado izquierdo y mi aspecto en general era el de un hombre muy joven, el cual por los años que representaba no habría terminado una carrera tan larga como la médica.Repuesto de su sorpresa, me dijo que él era el Subprefecto. Tomó la carta que le entregué, rasgó el sobre, sacó la misiva que le enviaba su primo, procedió a leerla y recién, después de enterarse de su contenido, se mostró afable. Sonrió, me extendió la mano, observé que sus uñas eran muy largas y llenas de tierra.

Correspondí estrechando la mano que se me tendía.Me invitó a su casa para tomar el desayuno, diciéndome que luego habría tiempo para llevar a cabo las acciones que mi presencia en el pueblo requería, como conocer el lugar en que funcionaba el Centro Assistencial, el personal de la misma, así como lo que correspondía a mi estancia: el alojamiento y la alimentación.

Pasamos delante de la Iglesia, una colosal construcción de tipo colonial que databa del año l790, construida con bloques de sillar. Ostentaba en su fachada principal dos altas torres y en la parte central un gran pórtico con enorme y pesada puerta, circundaba el atrio un cerco con tres arcos, de los cuales quedaba en pie solo el del frente, los laterales estaban semi derruidos.El templo estaba en reconstrucción por la CRIF (Corporación de Reconstrucción y Fomento) organismo dedicado a reconstruir edificios públicos dañados por el terremoto que asoló a Cuzco en 1950.


El encargado de la obra era un hijo del lugar el Ingeniero Ugarte.Continuamos caminando, pasamos al costado del Palacio Municipal, construcción de dos pisos frente a una plaza con pileta central, allí me indicó que se le había cedido al Médico anterior una habitación, mas allá en el mismo edificio pasamos delante de la oficina del SCIPA, al doblar hacia la derecha nos encaminamos hacia su casa.

La casa era una construcción de dos pisos de sillar, tres puertas a la calle, en los altos un balcón.Entramos por la puerta central a un hall donde había una mesa y sillas, mas allá se veía un patio y materiales de construcción. Esta habitación era su comedor.A la izquierda una puerta daba ingreso a una tienda de abarrotes, que por la hora temprana del día, estaba cerrada y a la derecha otra puerta daba acceso a un cuarto que servía de hospedaje para transeúntes, quienes en su mayoría provenían de la provincia Grau del vecino departamento de ApurímacEra un cuarto amplio, con dos puertas y sin ventanas, el cual contaba con diez camas, una de las cuales me fue ofrecida.¡Que lejos estaba de mis aspiraciones de privacidad!. Pero no había otra alternativa, así es que solicité ocupar una cama; ofreciéndoseme colocar un biombo para aislarme del resto de huéspedes, que en su mayoría llegaban los fines de semana.

El desayuno consistió en un café hecho de menestras endulzado con azúcar rubia y en lugar de pan se me ofreció papa helada conocida como chuño y queso.Acabado el desayuno avisados por vecinos del lugar se presentaron dos personajes, uno el Auxiliar Sanitario Edilberto Ugarte, hombre de mediana edad, vestía un terno de casimir, presentaba una parálisis facial derecha, cicatrices en la cara, dificultad para hablar porl tener la lengua partida debido a lesiones provocadas por los ataques de epilepsia que padecía y el otro Justo P. Mendívil Jefe del Botiquín Popular, hombre bajito, rollizo, enfundado en un terno de saco corto, muy ceñido a su cuerpo; ojos grandes de mirada vivaz.Ambos al presentarse me saludaron con unas profundas reverencias que me causaron mala impresión.

La Posta Médica funcionaba en una de las habitaciones del primer piso de la Municipalidad, constaba de un solo cuarto que a la vez le servía de alojamiento y consultorio al Dr. Postigo, estaba cerrada con candado.El Dr. Postigo había sido denunciado, de abandono del cargo, por las autoridades del pueblo ante el Jefe del Area de Salud del Cusco Dr. Gustavo Hermoza Mariscal, quien después de haber constatado in situ la ausencia del Dr. Postigo durante la pandemia mundial de Gripe Asiática, lo había destituido y en su lugar yo venía a cubrir la vacante.El Dr. Postigo aún permanecía ausente del pueblo..

El Botiquín Popular ocupaba una sala en el segundo piso del edificio de la Municipalidad, contando con escasas medicinas, la mayoría de ellas eran medicamentos galénicos de consumo popular, como árnica, trementina, analgésicos, frotación salicilada, ampollas de clorhidrato de emetina, etc.

Inquirí a los dos empleados de la Posta Médica por el hospital que se me había referido allí existía, así mismo de la Beneficencia Pública, ambos se miraron con asombro pues tales instituciones no existían.Busqué al Supervisor de Educación Napoleón Chumbe Vilcarromero, a quien visité en su casa que a la vez era la Oficina de la Supervisión de Educación, a fin de conocer sobre el puesto de Supervisor de Sanidad del Ministerio de Educación, informándome que estando por finalizar el año no había presupuesto para tal plaza.Aquí me encontré con el Ingeniero Agrónomo José Luis Rodríguez Valencia a quien conocí en el Ministerio de Educación, cuando le entregaban su nombramiento de Supervisor Agropecuario de Chumbivilcas y nos habíamos visto después en el Cusco de donde viajó inmediatamente a Santo Tomás, en tanto que yo por indicaciones del Dr. Hermoza, permanecí en el Cusco para conocer el trabajo de salud que se estaba realizando en la Pampa de Anta en las localidades de Poroto, Pucyuria, Izquchaca, en coordinación con el SECPANE,Por lo tanto él me había antecedido en llegar a Santo Tomás, al saludar a la primera persona conocida, indagué sobre su alojamiento y pensión alimentaria.Me informó que a su llegada se encontró con el Ingeniero Agrónomo Hernán Torres La Jara, Agente Rural del SCIPA, con quien había estudiado en la Universidad de La Plata. Compartía una habitación en los altos de la casa del Subprefecto con dicho ingeniero y su secretario el señor Raúl Arce Borda .El se dirigía a almorzar así es que lo acompañé a la Pensión Arequipa de Carmen Villena.La pensión ocupaba un solar con una gran puerta que daba a un patio, en la pared situada a la derecha había una puerta que daba acceso al comedor, el piso estaba entablado con madera de eucalipto, cubierto en parte de barro, barro que traían en sus zapatos los parroquianos. Había unas cuantas mesas pequeñas y algunas sillas de madera. Una ventana dejaba ver la cocina donde, con leña y a falta de esta con bosta (excremento desecado de ganado vacuno), en unos fogones se colocaban las ollas y sartenes para cocer los alimentos. El techo de paja mostraba unos colgajos negrosEl almuerzo consistió en un caldo de cabeza de carnero y de segundo churrasco de carnero con papas, huevo frito y arroz. El muchacho que trajo el caldo tenía los dedos pulgares sumergidos en él, al asir el plato lateralmente con ambas manos. Al caldo le habían agregado aceite, el mismo que en pequeños glóbulos sobrenadaba, al igual que la cebolla de rabo, cortada en pequeños trozos. Al terminar el almuerzo nos despedimos y al quedarme solo empecé a razonar acerca de lo visto hasta ese entonces: ausencia de hospital, de Posta Médica, carencia de presupuesto para el cargo de Supervisor de Sanidad, en el Botiquín había comprobado la inexistencia de medicinas con las cuales hacer frente a las enfermedades prevalentes en la zona. Carencia total de material médico quirúrgico Las condiciones precarias de vida en aquel remoto lugar, muy lejos de un centro de mayor desarrollo, falta de medios de transporte regular, llegaban camiones cuando traían carga y podían vadear los ríos que en la época de lluvias crecían impidiendo el pase, ante la carecía de puentes, me hicieron reflexionar y preguntarme:

¿Para qué me quedaba, si se carecía de lo mínimo indispensable para el ejercicio de mi profesión? Hasta aquí ya tenía suficiente información para decidir si me quedaba o no en Santo Tomás y solo tenía una respuesta: Marcharme. Busqué un muchacho para que llevara mi maleta y emprendí el regreso al camión en el cual había hecho la travesía de venida, que se encontraba unos kilómetros atrás. Llegado al sitio donde había quedado el camión encontré a los comerciantes lugareños tratando con el chofer sobre el pago de los fletes por la carga traída y los encargos de nuevas mercancías para el próximo viaje. Le dije al chofer que me reservara un asiento en la caseta porque regresaba a Sicuani. Un tanto sorprendido, me contestó que apenas retornara del pueblo el señor Washington Reynoso partiríamos y acto seguido mandó poner mi maleta junto a la carga, esta vez consistente en gran cantidad de botellas de cerveza vacías enfardeladas en sacos de yute, que en grandes cantidades consumen los mistis o huiracochas (señores de clase acomodada) y cilindros vacíos cuyo contenido había sido aguardiente conocido con el nombre de "guacto" de gran consumo por la mayoría de sus habitantes. Acto seguido me acomodé en la caseta y no tardé en quedarme dormido. Desperté con la llegada del señor Reynoso, en cuya compañía había venido desde Sicuani y durante el viaje habíamos compartido experiencias, tan es así que él me dijo que viajaba con cierta frecuencia a Yauri, Yanaoca, Santo Tomás y Acomayo, las llamadas provincias altas, por su cargo de Sub Jefe de la Caja de Depósitos y Consignaciones para controlar la venta de aguardiente y coca, así como los depósitos de dinero. Por mi parte le comenté que me acaba de graduar de médico, este era mi primer puesto en el Ministerio de Salud, recién me había casado y dentro de un mes traería a mi esposa a Santo Tomás.

Al preguntarme que hacía sentado en el camión y tener por respuesta que me regresaba, me pidió que bajara del camión, que tenía algo que decirme. Cuando bajé, me llevó a la parte trasera del camión y me lanzó una tremenda reprimenda: —¿Cómo es posible que siendo Ud. un profesional joven que ha llegado a este pueblo lleno de optimismo, de ilusiones y deseos de triunfar; ante la realidad de nuestro Perú profundo, daba marcha atrás y salía corriendo despavorido, sin importarle nada ni nadie. Sin tener en consideración que era la esperanza de sus padres y hermanos, como también de su recién desposada. —Al tomar esta decisión Ud. no ha reparado en lo que dirían sus colegas, sus amistades, sus vecinos allá en la lejana Lima, su jefe de Cusco, los empleados del Area de Salud de Cusco. —No señor, si Ud. hace esto hoy, ante la primera dificultad da la espalda y sin medir las consecuencias no la afronta. Nunca dejará de dar la espalda a las dificultades y salir corriendo. Solo un ser pusilánime haría lo que está pretendiendo hacer. Esta primera vez, ante la cruel realidad, es la prueba para medir su temple y míreme, físicamente soy mas fuerte que Ud. y si es necesaria la fuerza, yo la usaré, pero Ud. no se regresa hoy, por lo menos en este camión. Ud. se queda aquí y ahora". Dicho y hecho ordenó bajar mi maleta y al chofer le indicó que arrancara rumbo a Sicuani. Estupefacto y confuso por lo que había oído no atiné mas que a mirar como el camión se alejaba e iba perdiéndose en el horizonte dejando tras sí una nube de polvo. Me acerqué a mi maleta, que había quedado tirada en medio del camino, la abrí y extraje de ella una botella de champagne, la destapé y bebí su contenido a grandes sorbos: Era el día de mi cumpleaños. De regreso al pueblo, dirigí mis pasos hacia la pensión, llegado a ella me tumbé sobre la cama que me habían asignado. No sé cuanto tiempo permanecí acostado, pero desperté al sentirme llamado por un gentío que invadió el cuarto. Traían cargado entre varios hombres a un herido que sangraba profusamente de la cabeza. En una taberna del lugar se habían reunido varios parroquianos, de pronto surgió la discordia y en plena pelea uno de ellos cogió una botella y la estrelló sobre la cabeza de su contrincante, produciéndole pérdida de la conciencia y una herida en el cuero cabelludo. Inconsciente, borracho y sangrando fue traído hasta mi cuarto. De un porrazo se me quitó el aletargamiento y dándome cuenta de la situación caí en la conclusión que no tenía con que suturar el cuero cabelludo. Salí a la calle, tratando de ordenar mis ideas para resolver el problema, cuando vi a una jovencita, en la puerta lateral de la casa que ocupaba, estaba sentada en una silla bordando una pieza de tela, me dirigí hacia ella y le solicité que me prestara una aguja, un pedazo de hilo blanco, su pinza de depilar sus cejas y una tijera., me miró sorprendida y algo desconfiada, pero en pueblo chico ya la noticia de mi llegaba era de conocimiento general. Reunió lo que le solicité y me lo alcanzó. Premunido de estos adminículos, regresé al cuarto donde estaba el herido, saqué de mi maleta mi máquina de afeitar y jabón, mandé a sus acompañantes a traer agua y aguardiente y procedí a limpiar con agua y jabón la cabeza del herido. La afeité y ordené darle mas trago al paciente, a falta de anestesia, para proceder a suturar la herida. Acabada la operación y retirado el herido con sus acompañantes, quedó el suelo sucio con sangre, cabellos y agua, lo que fue motivo para que tuviera mi primer encontronazo con la esposa del Subprefecto, dueña de la pensión, por haber atendido al herido en su establecimiento, contaminando el suelo con sangre y el ambiente con los borrachos. Le expliqué, que frente a la necesidad de una atención de urgencia, por el abundante sangrado del cuero cabelludo del herido, no encontré otro sitio donde suturarlo, puesto que Posta Médica no existía y dada la hora avanzada de la tarde el Botiquín Popular estaba cerrado. Además había tenido que improvisar el instrumental, tanto yo como lo que había visto en el Botiquín, carecíamos del mismo, para proceder a practicar una cirugía menor. Resultó que quien me había proporcionado los medios para la sutura era su hija Frida. Pasado el mal rato me acomodé nuevamente en mi cama, había anochecido y las viscisitudes pasadas me rindieron y caí en un profundo sueño, el mismo que fue violentamente interrumpido por la llegada de un viajero que se adjudicaba la posesión de la cama que me habían asignado y furioso por encontrarla ocupada, se arrojó sobre mí, me levantó en vilo profiriendo interjecciones que mejor no las reproduzco y me lanzó al suelo. Al barullo provocado por este incidente, se presentó el Subprefecto, quien arregló la situación; el viajero era Serapio Albis gobernador del distrito de Llusco, distrito situado a 8 leguas de Santo Tomás, quien de paso por este pueblo, ocupaba la cama próxima a la puerta, la misma que me había sido ofrecida. Presentados ambos y con las disculpas de su parte, al fin podía darle descanso a mi adolorido cuerpo y a mí atormentada mente. Así terminó mi primer día en Santo Tomás un pueblito allende la inmensidad de los Andes peruanos. Una fecha que sería para recordar toda mi vida y que la humanidad también la recordaría, puesto que aquel día 05 de Octubre de 1957, el hombre había logrado hacer circunvolar alrededor de La Tierra, fuera de la gravedad terrestre, la primera nave espacial que significaba un primer paso de un vasto programa que lo habría de llevar a la conquista de los espacios siderales, que como primera etapa tenía el llegar a la Luna y era para mi el primer hito de mi desarrollo profesional.
Luis D. Santa María Alvarado

sábado, 20 de diciembre de 2008

Amanecio el primer dia



Camino sobre mis manos el contacto de sus ojos, el calor de la incertidumbre fue el termómetro de su altura, la oscuridad del espacio humedecieron mis cabellos, era un cajón de la angustia donde brillaba el sol de mis ideas.

Amaneció el primer día del año. Caminamos desde la quebrada de las naranjas bajo una lluvia persistente, amontonamos nuestro cansancio en un tambo vacío, el sol tibiamente peleaba por aparecer, era la primera caminata de Fabiola, se sentó sobre una piedra y miró al cielo, lluvia cochina le dijo y encendió su pequeño radio transmisor de seis pilas grandes.

Habíamos empleado cuatro horas, el reloj marcaba las once de la mañana. Estábamos dentro de lo normal, pero ya el cansancio físico había hecho mella en el cuerpo de Fabiola.— Que dura es la vida que llevas Ardel —exclamo Fabiola, es la primera vez que me aparto de la casa de mis padres, le alcancé una pequeña lata de Atún y compartimos nuestro rancho.

Teníamos que llegar antes que anochezca, la lluvia había calmado, pero un viento helado golpeaba nuestro rostro. Decidimos reemprender la caminata y después de varias horas, encontramos un río caudaloso, había crecido el volumen de sus aguas rápidamente.

Desde la orilla opuesta distinguimos a Juan que con los brazos en aspa nos daba la bienvenida. Fabiola fue la primera que tuvo que cruzar a través de la Oroya, fue penoso por el tiempo empleado y su nula experiencia en estos menesteres agravó un poco mas su cansancio.

En la casa de Juan acomodamos las cosas para pasar la noche, su esposa Mariela, sirvió un caldo de papas, fumamos unos cigarros que Fabiola invitó, tomamos un mate de cedrón y alcanzamos el sueño de la noche.

Al día siguiente distribuimos el trabajo, Fabiola había amanecido bastante positiva, tuvimos que acarrear agua desde el rió, Fabiola también acompaño en esa tarea, fue un buen ejercicio madrugador.— Bien resuelta es esta chica me comento— Juan y terminamos los últimos sorbos del café de habas.

Sobre el pasadizo de la casa amontonamos la leña, compartimos un momento de descanso los cuatro, mientras que Mariela daba de lactara su pequeño bebé. El cielo está despejado, pero hay nubarrones va a llover en la noche sentenció Juan, mientras que Fabiola bien acomedida empezó a atizar el fogón, primera vez que he visto esto en mi vida. ¿A qué hora compramos gas? dijo, y se hecho a reír.

Mariela y Juan provenían de una familia de campesinos pobres de las provincias altas. Ambos se conocieron en la Unión Soviética mientras seguían sus estudios de ingeniería, viajaron becados. Dentro de seis meses mencionó Mariela pensamos viajar a Alemania, hemos conseguido trabajo allá, esperamos solamente que nos comuniquen. En la noche hay reunión del Sindicato mencionó Mariela, ayer comunicaron que es de emergencia, vamos Fabiola dijo, bueno acepto ella.

Terminaron de comer unas mazamorras, y el ladrido de los perros anunciaba que alguien estaba llegando. Salió a ver Juan quien era, alumbró con su linterna y encontró que era Mistre, pasa le dijo, cuantas horas llevas caminando le preguntó Ardil, son seis horas, después de almorzar salí, pero la lluvia me hizo demorar, tuve que guarecerme en un tambo,. Prepararon un mete de Manzanilla y empezaron a intercambiar ideas sobre el trabajo que tenían que realizar en ese mes. Eran veinte los sindicatos que había que visitar, convocar a asamblea y designar los delegados para el próximo congreso de la Central de Cooperativas. Juan sugirió que todos o sea los cinco deberían de dividirse el trabajo, les iba a llevar por lo menos un buen tiempo unos quince días como mínimo.

El trabajo no fue nada fácil, en algunos sindicatos lograron convocar a la asamblea, en otros solamente dejaron el recado para que nombren delegados al congreso. Volvieron a encontrarse después de diez días resumieron sus informes y acordaron preparar el viaje para asistir al Congreso de la Central de Cooperativas.

Fabiola y Mariela recibieron el encargo de preparar las ponencias para el congreso, después de tres días de trabajo en la elaboración de los respectivos documentos, en la camioneta de la central partieron hacia la Ciudad, el único delegado pleno al Congreso era Juan.

Fueron llegando los delegados de todas las provincias, era el primer congreso que realizaba la Central, se tuvo que alquilar el Anfiteatro de la Universidad, el local que se había conseguido quedó pequeño.

El trabajo del Congreso fue de cinco días, las ponencias elaboradas por Mariela y Fabiola fueron aprobadas por mayoría en el Pleno del Congreso. Juan resultó siendo elegido Presidente de la Central de Cooperativas por el período de dos años. Esa noche en el local de la Cooperativa juró la nueva Junta Directiva, Juan mantenía una actitud serena se le notaba una amplia satisfacción, seguía las huellas de su padre, que años atrás había sido presidente de la Central departamental de trabajadores, en un accidente de tránsito perdió la vida.

Se festejó hasta las altas horas de la madrugada, Fabiola se volvió una experta en bailar Huaynos, incansable estuvo, todos querían bailar con la blanquita decían.

Cuando todo ya había llegado a su nivel volvimos a juntarnos los cinco. Juan y Mariela iban a ir por unos días a visitar a sus padres, Mistre volvía a su sindicato, Ardel y Fabiola se quedaban unos días en la ciudad esperando el retorno de Juan y Mariela.

Fabiola se mostraba entusiasmada por conocer el Cusco, teníamos exactamente cuatro días de descanso, ya que al término de este, tenia Ardel que volver al Sindicato mientras que Fabiola regresa a Lima.

Fabiola me convenció para visitar Machu Picchu, recurrió a todas las argucias habidas y por haber; con este viaje seria la cuarta vez que mis huellas escalaban el Machu Picchu.

Dejamos atrás la ciudad y llegamos a las alturas propias del Machu Picchu cerca al medio día, empezamos a observar absortos la monumental construcción de piedra. Fabiola saco unos apuntes que los puso en su maletín de mano cuando supo una mañana que estaba confirmado su acariciado viaje al Cusco, y su padre le había asegurado el dinero suficiente para su viaje. Tenía en sus manos un libro sobre la historia del Tahuantinsuyo, que lo comenzó a devorar insaciablemente, este periplo por Macchupicchu fue de tres días.

Fabiola había saciado en parte, su sed de estudiante, era una aplicada alumna según me confesó cuando estábamos llegando al imponente Intihuatana. También se acordó que había traído los versos de Neruda sobre Machu Picchu, destapamos una gaseosa y aplacamos un tanto la sed, al fin después de tanto batallar y refunfuñar y mencionar hasta su última generación encontró los versos que tanto buscaba. Aquí están gritó, lo que produjo en Ardel un impresionante efecto sonoro se encontraban sobre la base de la “Sacristía”, entre distintas piedras de muchos ángulos.

Hacia el oeste la cordillera de Vilcabamba y sobre la derecha la otra cordillera nevada del Vilcanota. Estábamos a cuatro mil msnm. Después de tanto andar y darnos cuenta que estábamos en las aproximaciones del Huaynapicchu me pidió tomándome de las manos que escuche los versos que iba a recitar, la vi tan pequeña y delgada, ante la majestad del panorama, pero era alta sobre los manantiales de su hermosura, alzó su voz sobre el perfume de su estatura y desde el techo de las soledades empezó a recitar : “Puse la frente sobre las olas profundas, descendí como gota entre la paz sulfúrica, y, como un ciego, regresé al jazmín de la gastada primavera humana”.

Su modulación de voz atrajo la atención de otras personas que conformaban un compacto grupo de turistas extranjeros, en su mayoría españoles, indagaron por aquellos poemas y ella en un acto de “sabiduría intelectual” menciono que era la autora.

Fuimos al local de la Central de Cooperativas para conocer si habían ya regresado Juan y Mariela, la respuesta fue negativa, allí varios socios reconocieron a Fabiola como la blanquita que baila bonito.

Echamos a andar incansablemente, Fabiola no se cansaba de tomar fotografías, tenia un maletín destinado exclusivamente a guardar los rollos utilizados, no quedo un solo lugar que no estuviera impregnado con la voz de Fabiola, de su tacto fotográfico no se salvaron ni las picanterías. Recorrimos tantas calles, conversamos muchas cosas, pero tu rostro de rosa, me impedía que calle, sembramos sobre un valle, poesía y cuento, y tu cálido viento, que cruza el continente, es tu aroma que se siente, y me cubre al momento. Sobre el borde de la media noche dejamos descansar el silencio del cansancio, abrimos las ventanas de par en par, para recibir el viento de las alturas, impregnamos el calor de las emociones en el torbellino incansable de la memoria, desde la huella de su sombra escribí su nombre en el pergamino de la canela, los acentos y las vocales descansaron en su corazón, la gota de su pensamiento formaron los sueños del rocío, y cayeron como los besos de la luna en la sonrisa azul de los niños. Desde la curva de la ansiedad, vi crecer mi libertad.


Vahema. Sucre 22 de diciembre de 2003-12-22

viernes, 19 de diciembre de 2008

DECIMAS DE PERU: DECIMAS DE VAHEMA


September 04
Decimas de Peru:Décimas de Vahema
seleccion de Decimas compuestas por el decimista peruano radicado en la ciudad de Sucre Bolivia:Lizardo Alberto Santa Maria: Vahema. Pueden visitar la pagina: http://www.mundoalterno.com/decimas/decimas.htm dedicada a la difusión de la literatura en especial de autores peruanos.

Vahema

PERU: Entre tus olas me río
Perú, riqueza peruana
orgullo de tu gente,
te llevo tan presente
en mi ausencia lejana.
En tu serena mañana
me empapa tu rocío,
y en tu cantar tan mío
de ternura incomparable
dejo que tu mar hable
y entre tus olas me río
Vahema
20 de julio 2005
Sucre Bolivia.

VOLVIÓ A BRILLAR EL SOL
El pueblo puso final
al imperio español,
volvió a brillar el sol
con la espada de San Martín.
Lima ciudad sin fin
con un rutilante mar,
ella se pone a bailar
con la flor de la canela
es la canción que vuela
en el recuerdo para soñar.
Vahema
26 de julio 2005
Sucre Bolivia

ASI ES LA VIDA DURA
En tus ojos brillaron
la luz de un "mundo mejor",
la aventura y el dolor
sobre tu cuerpo quedaron.
Con inquina te miraron
de una forma indignante,
y con tu pecho adelante
de tristeza y ternura
así es la vida dura
del compañero emigrante.
Vahema
29 de julio 2005
Sucre Bolivia

SE ESCULPE TU NOMBRE MARÍA
La historia de pié
se llamó Tahuantinsuyu
la época de taguasuyu
sobre tu palma se ve.
.En tu escrito miré
al fabuloso Coricancha
y desde esa piedra ancha
de enorme sabiduría,
se esculpe tu nombre María
donde la patria se ensancha.
Vahema
Martes 16 de Agosto 2005
Sucre Bolivia

PUNO SOBRE LOS MARES

En tu agreste cordillera
nació tu arte rupestre,
es bendición terrestre
como el hombre quisiera.
Entre los Apus viviera
en sus profundos cañones,
mezcla de frío y canciones
de vientos glaciares
Puno sobre los mares
cosecha sus emociones.
Vahema
06 Setiembre 2005
Sucre – Bolivia

TODO CHUQUISACA PIENSA

El viernes empieza
Guadalupe serenata
corre cerveza en lata
todo Chuquisaca piensa.
de Bolivia su conciencia
el sábado entrada
donde baila de madrugada
el espíritu de Olañeta
a gozar es la meta
vestida de morenada.
Vahema
Setiembre 2000
Sucre, Bolivia

TE ESPERE CON PACIENCIA

Ayer me acorde de ti
hoy gozo tu presencia,
te esperé con paciencia
a tu lado pues, reí.
Entre letras te conocí
con una banderola,
entre esa inmensa ola
que clama libertad
justicia y verdad
tu nunca estás sola
Vahema
8 de julio 2005
Sucre Bolivia

JULIO RAMÓN RIBEYRO

maestro incomparable
del cuento peruano,
solemne y soberano
dejo que tu pluma hable.
fumador imparable,
el próximo mes me nivelo
tu le diste consuelo
en la palabra del mudo
escritor limeño que pudo
alumbrar con letras el cielo.
Vahema
15 de Junio 2004
Sucre – Bolivia

ERES ORO DE LA HISTORIA
Caballero de los mares
símbolo ciudadano,
recogiste con tu mano
en medio de avatares.
Entregaste los pesares
que te cubren de grandeza,
marino de entereza
eres Oro de la historia
tallador de la memoria
tu moral es fortaleza.
Vahema
2 de junio 2005