UNA NOCHE Y UNA LLUVIA -
¿Está el Sr. Augusto?- preguntó. Era una mujer joven, me impactaron sus ojos grandes. Su figura cubría todo el ambiente de la puerta. Vestía una falda corta que dejaba ver unas graciosas piernas. Sentí el fuego de su mirada. Yo soy le contesté, levantándome de la silla e invitándole a tomar asiento a mi lado. Era una lágrima de carne y hueso. A un metro más allá, se encontraba una profesora conversando con un alumno. Hacía algunos minutos, les escuchaba hablar de un tal Valentín, que lo describían como un hombre de carácter violento y agresivo. Parada en el umbral de la puerta, me dijo soy Melby y mañana va a conocer a Melba, sonrió. Vengo a inscribirme al curso de Planificación, me indicó con unos ademanes graciosos y sutiles, que me hizo recordar a otras mujeres. Sonó el teléfono, es para Ud. la llamada me dijo Manuela, alcanzándome el fono. Me paré de la silla, avance unos pasos y el tic tac se ahogó en mi garganta. (Cuando) Melby, también se levantó y dio una vuelta en redondo, entre el estrecho espacio de dos sillas y la pared, hacia la cual ella volteó a leer el póster del curso de Planificación. (falta una idea para cuando o quitarlo) La voz de Enrique que me llamaba aturdió mi cerebro. Escuchaba al mismo tiempo cuatro voces diferentes. El cerebro se me puso negro, cuando distinguí la falda oscura de Melby y el color de sus piernas. Estaba en nada. Alcancé a escuchar a Enrique. Nada nuevo me decía. Navegaba en lntemet, y luego algunas palabras secas que me impuso en el cerebro. -¿Estás muy ocupado?- me preguntó. Al mismo tiempo que mis ojos recorrían en un solo destello, la figura humana de Melby.Acá te quieren hablar - me dijo Enrique, levantando el tono de voz.Y te vas a desmayar -. No comprendí las primeras palabras. Entendí que me estaba jugando una broma pesada. Me estaría tomando el pelo, a través de una voz femenina, que la sentía cerca, pero lejos de mis manos. -¡Hola! -¿Cómo es?,- vas a venir,- me dijo. Era una voz de mujer. No comprendía esas palabras. Me interrogué. ¿Quién era esa voz de mujer?, Que con soltura, confianza, y franqueza, caminaba por las calles de mis neuronas. Dejé de mirar esa falda negra de Melby. Mis anteojos se resbalaron, por mi nariz.¡Que barbaridad! exclamó, con una voz de asombro. Siguió insistiendo, no me reconoces me dijo. Estas palabras me remecieron. Con la mano izquierda sostenía el teléfono, y la palma de la mano derecha, sostenía el peso de la interrogación. Allí, en ese instante surgió la creación original, retratada en los cristales de la ventana percibí su figura llena de colores.La falda negra y sus ojos, desaparecieron del espacio. En mi mirada quedó suspendida su voz. No llegué al desmayo, como Enrique había vaticinado. Vi luces a través de mis ojos. Sentí secarse mi garganta. Y preocupado le pregunté, -¿dónde te encuentro?- (e) En mi oficina me respondió inmediatamente, con una voz delgada que se asomaba para encenderse. Su respuesta era tan inocente como el candor de una flor, que recibe sin murmullo el baño del rocío en la madrugada, cuando los pájaros trinan y te despiertan algunas rayas en la soledad de las sábanas. Entonces llegó la primavera, a ayudarme a pronunciar su nombre, barrer con su escoba mi olvido. Vas a venir a mi oficina me dijo, con una voz queda, que cubría el descanso de sus palabras. Sí le contesté. Como queriendo abrigar su voz, en el silencio del espacio, en el pentagrama del(¡) tiempo, que infinitamente va cincelando las huellas.Cantó la música como el saludo de la mañana. Algunos minutos después de despedir a Melby, apuré el paso y recorrí las mismas calles, sus mismos huecos, y sus mismos árboles. La tarde se iba perdiendo entre las grietas del desconcierto. Crucé la avenida Sánchez Lima y me encontré en medio del mar: Eduardo Abaroa se llama; su plaza estaba llena de gentes y en medio de ellas un hombre alto como la edad del tiempo y la astucia del sillar, levantó sus manos y nos acercamos presurosamente y con un fuerte abrazo pronunció: ¡Te saluda el Perú paisano! Sesenta años de caminar por las calles de la Paz, una esposa alemana, tres hijos, innumerables promociones de estudiantes, algunos negocios y un premio: Cóndor de los Andes. Bajo una ligera llovizna, fui dejando atrás al Misti dormido, crucé la plaza San Pedro, y me encontré frente a las gradas de su oficina. Subí las escaleras. Su saco plomo de rayas negras colgado en el espaldar de la silla, memanifestó su presencia. Escuché su voz, no era la misma que había percibido algunos minutos antes. Era más grave esta vez, como una mirada de espuma.El eco de la madera modulaba su presencia sonora. Alcancé sus ojos, sentí sus poros, escuché los cantos de su infancia. Su fuego incendió mi boca.(Es la madera que yo conocí en la selva, que aprendí a conocer el mundo con mis ojos y mis manos que tocaron los corazones, desde las semillas rojas de las raíces). Revisar la oraciòn anterior para ponerla màs directa Pero esta madera también es mi camarada. Descifrando su geografía, me acerca y me aleja, para que la noche pase lenta. En esa oficina la conocí una mañana. Recuerdo su estancia ceremonial. Apoyada con las palmas de sus manos, en el borde de un escritorio. Tiene las líneas de una pluma, el peso de ella, la luz de una estrella, y la elegancia de una premura. Con la marcha de la vida, y de la doctrina, había llegado una mañana, a ofrecer unas fotocopias, que historiaban al Ejército Zapatista, la rebelión indígena de Chiapas. Me siguió unos pasos y en forma casi conspiradora, me solicitó que le venda dos ejemplares, y que le reserve dos más. Aprendí a conocer su vocación intelectual. Me leía varios poemas, que los inspiraba apoyada en su escritorio, pensando en el ser de sus entrañas. Empezamos a intercambiar libros y a través de ellos los pensamientos. Caminamos unos pasos hasta llegar a la esquina. Brotó en la palidez del atardecer su invitación amable, noble, franca y sincera, llena de amistad, no la esperaba sinceramente (esta invitación). Iremos a mi casa me dijo. Recordé que los sentimientos tienen ojos y los dedos corazón. Cómo no se lo (le) dije inmediatamente. Pero antes (la invité a acompañarme) le pedì que me acompaniara a comprar papel. Sentí el cambio de su rostro, ladeó su cabeza de un lado para otro, esbozó una pálida negación y comprendí que en la negación (está) estaba la afirmación. En sus ojos sentí la lluvia, no encontré su mirada. 'Te busqué en tus ojos y no te pude ver". Sentí el peso de su estatura convertido en palabras.Vamos, me dijo, ni modo.Compraremos algo me indicó; y nos cocinamos una sopa: Sentí ( él Viento) el viento de mis años; caminamos lentamente, vi una estrella en su rostro, sonó la alegría de su voz, el encanto de su mirada; la ternura de su sonrisa y el aroma para mis versos. Compramos varias cosas y noté en ella ese gesto femenino característico. Yápame con un locoto le dijo a la vendedora, cuando terminaba de comprar las verduras. Mostrando un sentimiento en su sonrisa ligera, aprecié la pintura de sus labios de color rojo, como el complemento de la sangre derramada. No se entiende el sentido de esa expresiòn. Machista me dijo alzando su voz. Cuando le señalé que sólo una vez la he habìa visto con un vestido de colores. Es la única oportunidad que no ha estado entubada. La diferencia exacta de género.Bajamos por la Max Paredes, cuando la noche ocultaba las estrellas en sus ojos, masticamos unas manzanas; y me hizo conocer la inestabilidad de su trabajo. Tal vez no la vuelvan a contratar. La sombra de la desocupación, es permanente y grave. Es el cáncer de estas sociedades dependientes. Descendimos del minibús, y caminamos por un pasadizo largo de tierra, bajo la oscuridad de unos árboles. Y en la oscuridad inmensa, surge surgiò tu figura dulce y tiema como el crepitar de tu voz eterna. Las huellas se fueron dilatando, conforme fue apareciendo aparecìa la luz de su casa, entre las hojas de un largo silencio. "Acaba el silencio, aumenta tu alegría, luz que te alumbra y perdura en el día". Con una llave abrió la puerta y la habitación dormía, en el reposo de las horas, con su mano trató de despertaba despertarla a quién?, acariciando el sonido de su luz. Ella dormitaba, volvió a acariciarla con sus dedos y con sus ojos que nos hablan hablaban de sus noches misteriosas. Y por fin se hizo la luz. Estábamos al medio de la habitación, en el refugio de su aurora. Sus pies descansaron en la alfombra y en las paredes sentí el tacto de su rostro y la sombra de sus pensamientos creció con la noche. "Tu rostro es una composición de palabras, una fuente donde amanecen las sílabas de mi poesía". Con ese prolijo de mujer, empezó a sacar sus cartas que desde el extranjero, le enviaban poemas, estaban muy bien ordenados. Sentados en la alfombra de su cuarto, comenzamos a leer sus cartas, sus poemas; contamos nuestras experiencias. "Busco en esta tierra, el sabor de mi bandera y encuentro en tus huellas la primavera de tu mirada". Llenaba la habitación el aroma del Carnel, una música era el fondo del espacio, se escuchaba la sonrisa de su cuerpo y el perfume de sus besos. La tibieza del ambiente y los cálidos no muy apropiado para los conceptos vertidos, animaba a seguir hurgando la vida. "A donde miren tus ojos, la noche de tus pensamientos dibujarán poemas en la luna". El foco de luz atravesaba las palabras, bañaba los cabellos castaños de Elsa. "En donde el verbo de tus cabellos es el sustantivo de tus ojos", viajando por la humedad caliente de sus recuerdos. "Cuando veo tu rostro, siento que la aurora roja, amanecerá en mí pueblo, abrirá las puertas, romperá cadenas".Un toque de llaves en los vidrios de la ventana, interrumpió nuestra conversación. Alguien me busca dijo ella, saliendo apresuradamente. No sentí sus zapatos negros, pero escuché el canto de sus manos, sentí el aroma de sus ojos, que se convierten en las fronteras de mi patria.Me levanté inmediatamente, con la severa discreción del combatiente. Vino a mi memoria, la primera claridad de la actividad conspirativa. Me acordé como un golpe de rayo, de las reglas severas de la clandestinidad, la costumbre de guerra; tratando de ocultar el rostro, en las letras de los libros. "Que tus ojos no se apaguen compañera, cuando la noche toque la puerta de mi silencio". Recorrí inmediatamente con mis instintos todo el ambiente, distinguí una cama, un mueble de madera, el radio, la televisión, la biblioteca. Busqué el temblor del gatillo, sentí la rigidez de la metralleta, y traté de hallar inútilmente una puerta falsa, entonces recorrí con mis manos las laderas de su pueblo y recojo recogì? en estos los? versos, la mirada de sus pasos. En una pared, observé el retrato del guerrillero heroico. Vigilaba el fuego lento en que se cocinaban los alimentos. "Los surcos de la sangre, abrieron los caminos, la historia colgó su nombre en la cordillera de los Andes". Recordé su diario, sus hazañas de Nancahuazú; escuché el sudor de su última pólvora, en las uñas de su desesperación, sentí la selva en mis cabellos, distinguí su cantimplora y sus botas. "El camino de libertad es el acento ortográfico de los rostros fusilados". Escuché el eco de la tierra, que canta en la montaña. "Alcánzame tu agua con la copa de tus hojas, no permitas que me muerda el silencio de las cadenas».Ingresó tal como había salido, cambió sus zapatos negros por unas medias blancas gruesas de lana, extendió sirviò?la comida, por primera vez saboreé el gusto de su paladar. Aquella noche todo era hermoso, su mirada se elevaba hasta el canto de las hojas, desde el aroma de su lluvia hasta el perfume de su aurora.Continuó leyendo sus cartas y se me vino a la memoria, el eco de las olas del mar.Escuché el rumor de esas aguas tibias y la fragancia marina. Instalé mis ojos en las estrellas del mar, en las conchas, en los cangrejos, en los pulpos y en las ostras marinas. "Con el ruido de tus olas, escuché las torturas de los días, y en el frío de la puna se congelaron las traiciones". La vi en las crestas de las olas, como una paloma que se mece en el ir y venir de las aguas del¡ mar. Adentrarme en tus mares, llegar y salir de tu puerto, prender tus luces, apoyarme en tus asientos. Le pedí esa carta que una noche atrás me la leyó con el corazón en la mano y algunas gotas de recuerdos, se depositaron en sus ojos. Escuché la voz de su nacimiento, la vi cerca de mis ojos, pero lejos de sus noches. "Las aguas del lago conservan tu mirada, las lluvias que van cayendo, tù las amas desde niña, son los recuerdos de tu infancia”. La carta estaba dirigida a su pequeño y único hijo, lo recordaba profundamente, revisaba algunos aspectos de su vida sentimental con el padre de su hijo, la esperanza que puso en ese hombre y que còmo luego todo cambió. El licor, la droga, y las mujeres, destrozaron el nacimiento incipiente de un nuevo (adjetivo innecesario) hogar. Se quejaba tremendamente que su hijo no tuviera cerca el calor de su padre. Elsa se había convertido en padre y madre a la vez.'Un día recogerás el fruto de tu siembra. Ama el pan para todos, y que no se detenga, el viento de los sueños". Despedía una ternura inconmensurable, todo su afecto de madre se desparramaba por el ambiente, golpeaba el rostro severo de la noche y me reprochaba cuando me tocaba leer porque no tenì(l)a la emoción correspondiente. "Eres como una campana que cambia la soledad de las miradas". No entendía algunas palabras, y ella me las recitaba al pie de la letra con sus puntos y sus comas. "Y me contento con escribirte o ser las cuerdas ocultas de tu voz". Aquella noche, cada palabra que pronunciaba Elsa era un trozo de cielo lleno de rocío natural. "Espero tu risa en el sobre de tu carta, a la altura de los besos, cuando se acabe la misa". Elsa vivía el momento histórico de las cartas, de los poemas, como si allí estuviera el padre de su hijo. "Mañana es un nuevo día, adonde nos llevará la vida, todavía guardamos fuerzas, en cada palabra respiramos un aliento. 0 en cada beso cortamos un lamento". Tal vez podía haber sido su última carta, pero se impuso sus nos. NoSse pegó el tiro. Esa noche cedí a la tentación, fumé dos cigarrillos Carnel, viejaCcostumbre de mi adolescencia. Tendimos en algunos peldaños de las escaleras las ropas húmedas. Las tuvimos que volver a recoger porque el aguacero se hizo presente. Dame las caricias de tus aguas; cúbreme con el aroma de tu lucha y la ternura de tu sombra. Siembra con el sabor de tu primavera, las semillas de la lucha, dame el fruto de tus sueños, y la luz de tus cabellos». Una tela oscura me hizo recordar a Fausto cuando algunos años atrás, me invitó a su cuarto y me reveló la obsesión que tenía de poseer a una mujer, envueltas en sábanas negras. "Un día te fuiste a la eternidad, marchaste con paso de dignidad, y tus obras resisten al viento alimentándose de la fragancia de¡ tiempo". En nuestra última conversación, me dijo explícitamente que él quería que sus monumentos perduren perduraran por los siglos. "La noche dejó su rostro silencioso, y se quitó sus medias gruesas de lana, y comenzó a llorar en su muerte. Entonces la soledad me sacó por la puerta y en el llanto de la lluvia;(no se necesita el signo) alargué mis pasos y me cubrí con su chompa. Hundí los pies en el cielo de los charcos, besé la noche con la sombra de la lluvia, recibí las lágrimas calientes de la historia, llevándome el rocío de su mirada. Recogí mis huellas con el verano de sus palabras". Recién entonces comprendí que me hallaba solo y tenía que seguir andando solo en el mundo.
L. Alberto Santa María Alvarado
vahema@hotmail.com Alberto he hecho algunas correciones en rojo para que te des cuenta de los errores sobretodo de puntuaciòn y falta de sintaxis, tiempos verbales. Espero que te ayude a revisarlo.
v a h e m a